"All I've got to do is
Find somebody else
Someone with a different style.
Send all disappointment straight to hell
And carry on with a smile"
HEARTACHE
Mist
The Loop Of Love
Skipping Records
2015
Llevo ya unos meses recibiendo consejos, comentarios, ánimos de parte de gente cercana a mí a cuenta de mi presente situación emocional. No es nada que no le haya pasado antes al más común de los mortales, pero bueno, estaréis de acuerdo conmigo en que uno no siente las mismas cosas cuando es el protagonista de la historia que cuando es el espectador. Entre estos consejos, que siempre he recibido agradecido, se han colado unas cuantas frases que de manera reiterada han pronunciado personas distintas entre las cuales no hay ninguna relación, y además viven a cientos de kilómetros unas de las otras. Son frases que no las había oído por primera vez, pero sí es la primera vez que soy el destinatario de las mismas, y es ahora cuando realmente tienen significado. "Escucha a tu corazón", "vive para ti", "disfruta de cada momento"... frases simples de apenas tres o cuatro palabras que contienen toda una filosofía de vida en sí mismas que de entrada se me antojaban difíciles de seguir, no porque no creyera en ellas, sino porque notaba que con la sola voluntad de llevarlas a cabo conseguía pocos avances.
Mientras sigo empecinado en seguir esos sabios consejos, hay otra frase que me persigue casi desde el primer momento y diría que es la más... ¿inquietante? Es esa que dice algo así como "las cosas pasan cuando tienen que pasar". Como yo pienso a bote pronto siempre en imágenes, la primera que brotó de mi mente fue la de un banco, primero vacío y luego ya conmigo de inquilino. Y una palabra: esperar. El binomio banco-esperar se me antojaba de entrada muy poco atractivo, a pesar de que siempre me he considerado una persona paciente, pero algo había en ella que me hacía desconfiar. Me preguntaba: si todo el mundo espera a que pasen las cosas y nadie hace nada por que pasen acabaremos todos convertidos en frías estatuas sentadas en el banco. Así que, como todos los consejos, una vez pasados por nuestra thermomix emocional y reconvertidos en una receta personalizada, me decidí a dejar libre el banco y a buscar exactamente lo que quería. Good effort! (buen intento), como dicen los anglosajones, pero feeble attempt (desafortunado intento), que también. Por suerte, los fracasos enseñan casi más que los éxitos, así que me volví al banco seguro de que había una buena razón para seguir esperando. Pero había un error de concepto. El banco no está anclado en el parque, se mueve, se pliega y va contigo, te deja sentarte mientras caminas y observar lo que ocurre a tu alrededor. A veces lo dejas quieto y das una vuelta por el nuevo vecindario, conoces sus edificios, entras en sus tiendas, dices hola a sus habitantes. Si te gusta, repites la ceremonia varias veces, hasta que te sientes cómodo con todo lo que te rodea. De repente, un día compras una rosa en una floristería porque te gustó su olor, te gustó tanto que tu gesto de felicidad no pasó desapercibido para quien estaba tras el mostrador. Lo haces varias veces hasta que decides llevarte el banco a otro parque, y vuelta a empezar.

Entre tantos temas, no es casualidad que me haya fijado en uno cuya letra está cargada de sentimientos y de deseos, de vueltas al pasado y de miradas al futuro. Y, entre medias, la vivencia del momento presente. Una bellísima canción que parte de un corazón destrozado que se va recomponiendo a fuerza de vida y de ganas de sonreír a esa misma vida que se empecina en seguir en bucle. Recibí este regalo inesperado de un desconocido cuando tenía que pasar, pasó cuando tuvo que pasar porque decidí sacar a mi banco de paseo en lugar de quedarme en casa. Este es el concepto que me vale. Así que, tras alimentarme de buenas viandas que el perfecto anfitrión sirvió y de la agradable conversación con varios asistentes y con el propio Rick, abandoné la plaza con un par de discos y una rosa en forma de canción.
BUCLE 1 (onírico)
Al día siguiente, pronto, sonó el timbre de la casa del dueño del banco plegable y al abrir la puerta halló un ramo de rosas, enorme, con una tarjeta de la floristería del primer barrio que había visitado, aquella en la cual compró la primera y más perfumada rosa. Al reverso, una frase: "te guardé una rosa por cada día que no pasaste por la tienda, hasta que di con tu casa". La mayor parte de las veces el gesto más involuntario provoca que las cosas, definitiva e inesperadamente, pasen.
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